El viernes después de la cena propusieron ver una película. Me quedé por compromiso más que por interés; tenía previsto hacer otras cosas antes de acostarme, pero me pudo más la buena voluntad de acompañar a quienes disfrutan con el cine, por aquello de compartir con los demás sus buenos momentos.

Quizás por esas contradicciones internas, me costó centrarme en lo que estaba y los primeros minutos pasaron con el cuerpo presente en el salón, pero con la cabeza ausente como diciendo: pero ¿qué hace un chico como tú en un sitio como éste? ¡con la de asuntos que tenía que hacer!

Sin embargo, las imágenes y diálogos que me llegaban, al principio como una madeja enredada que no entendía ni hacía por entender, poco a poco fueron soltando un hilo continuo que construía un relato visual y sonoro atractivo; hasta tal punto me sedujo, que al cabo de 115 minutos me sorprendí de pie en el corro a punto de despedirnos, comentando dudas y afirmaciones, enfoques y planos, personajes y situaciones. Y con una decisión interior que mi orgullo me impedía manifestar en aquel momento ¡la volveré a ver!

Durante estos días he compartido el descubrimiento con quien se pone a tiro y, con frecuencia, me han cortado para hacer la misma pregunta: pero ¿de qué año es la peli? Y al dar el dato casi siempre una reacción parecida: una mueca de desinterés, un resoplido de pasodeltema. Vaya, que lo bueno es lo de esta mañana, lo de ayer y no estires mucho más el chicle. Imagina cuando les decía que es de 1995, dan un paso atrás y te miran de arriba abajo ¡qué antigua!

Pues me da que ni la novedad ni la antigüedad es garantía de calidad ni de su contrario. Lo bueno permanece porque es bueno, en el cine, en el teatro, en la música, en la literatura o en las personas. En general, uno se acuerda de los momentos buenos de su vida, los malos se diluyen en el tiempo y desaparecen. Sin embargo, vivimos momentos de inmediatez, se nos escapa el presente esperando el futuro. Por eso, qué interesante pararse de vez en cuando a leer despacio, a contemplar la vida desde la ventana, a conversar metido en el otro, a ver una película completa. De esta forma nos preparamos para distinguir el grano de la paja, lo duradero de lo efímero, a disfrutar de lo que permanece envuelto en el tiempo y sigue despidiendo el aroma de lo bueno al cabo de uno, diez, cien o mil años.

Por cierto, la película se titula “Smoke” y te dejo un enlace a una buena crítica de Jerónimo José Martín, que te la cuenta como quien sabe. Y si te animas a verla, espero la disfrutes.

Rafael Dolader – vidaescuela.es – @rdolader

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