Colegio Citalá, en la ciudad de Santa Tecla de El Salvador.

Esta semana hemos tenido la visita de tres grupos de profesionales de distintas entidades educativas de Colombia, El Salvador y Guatemala. Asistían en Madrid a unas jornadas sobre financiación de iniciativas sociales, con presencia de personas de varios países.

Para cada uno de estos grupos, Tajamar reúne unas características que les interesa, por su origen, desarrollo y pisición actual. La situación de cada uno de sus países de origen es distinta y también lo es la entidad que representan. De los tres, el que más me ha impactado es el Colegio Citalá en la ciudad Santa Tecla, cabecera del departamento de La Libertad en El Salvador.

El colegio es muy reciente, tal vez unos dos años, y por ahora usa las instalaciones que le cede otro centro, en uno de los barrios periféricos de la ciudad; cuando los alumnos marchan, llegan los de Citalá en horario de tarde. Aspiran a tener su propio edificio, pero de momento tienen que esperar. En pleno crecimiento, acogen este año a 240 alumnos procedentes de 30 barrios distintos y cuentan con crecer hasta implantar todos los niveles. Su objetivo es ofrecer a los jóvenes una alternativa a las maras (pandillas) y para eso el Patronato consiguen becas que cubren el gasto de profesorado, uniforme, libros y traslado desde el domicilio. El transporte es esencial, cruzar un barrio que no es el tuyo supone un riesgo demasiado caro; en cambio, el uniforme es señal de garantía, porque los pandilleros distinguen que eres estudiante y poco pueden conseguir, salvo la mochila y los libros, algo que hacen en ocasiones como reafirmación de autoridad en la zona.

En El Salvador con una población de 7,5 millones de habitantes, se estima que hay de 30.000 a 60.000 pandilleros y cerca de medio millón de personas vinculadas a la estructura criminal de las pandillas. Las pandillas se organizan en clicas que son grupos barriales, de entre 10 y 60 personas, que controlan la actividad criminal en un territorio específico. Las clicas tienen cierta autonomía en el control de su zona, pero las cabecillas responden a liderazgos zonales y nacionales.

A los tres grupos que hemos atendido en dos días, les digo que no se si hemos conseguido enseñarles algo; pero lo que sí les aseguro es que de ellos he aprendido al menos dos cosas:

1.- Que la llama de hacer el bien está viva en muchas personas de todo el mundo, se propaga día a día y prende en nuevas iniciativas que surgen en cualquier rincón. Por más que no sean noticia de telediario ni portada de periódicos, hay mucha gente que hace mucho bien, sin distinción de raza, lengua ni religión.

2.- Aun con las diferencias de cada uno de sus países, los tres grupos coincidían en valorar muy positivamente nuestro estado de derecho, la seguridad de nuestras calles, la confianza con que nos desenvolvemos. Algo que dicen de Europa en general y de nuestro país en particular. De ahí la segunda cuestión que les agradezco me hayan enseñado: no quejarme de lo que me falta, si no agradecer lo que tengo sin renunciar a mejorarlo; como persona y como sociedad.

Encantado de volveros a recibir.

Rafael Dolader – vidaescuela.es – @rdolader