Me cuenta Felipe que ésta semana paró en un bar al lado de la carretera, camino de Peñafiel. Mientras tomaba el café, habló un poco con el camarero, interesándose por el trabajo y también por algunos aspectos de la familia. Fue un tiempo breve, suficiente para desentumecer las piernas, despejarse y continuar al volante. Al despedirse, aquel buen hombre le dio las gracias. Felipe hizo una mueca de extrañeza, sorprendido. “Mire, por este bar pasa mucha gente gracias a Dios, no me puedo quejar del negocio. La mayoría entran, piden y se van, algunos sin decir adiós; Vd. me ha dado conversación, me ha tenido en cuenta, y éso es muy de agradecer”.

Rafael Dolader – vidaescuela.es – @rdolader