Me puse a revisar la propuesta de inicio de curso que me habían enviado desde el colegio. En estos días de #YoMeQuedoEnCasa, son tantas las incertidumbres a corto plazo, tantas las variantes a tener en cuenta, que empezaba a sumirme en el desánimo delante del documento. Había entrado en la espiral del derrotismo y faltaba claridad en las ideas.
Entonces llegó ella, la paloma que otras mañanas viene a visitarme. Posada en las ramas del árbol que casi toco desde mi ventana, la vi relajada, confiada, picoteando con despreocupación los brotes tiernos, mecida por el viento, disfrutando de las oportunidades que le ofrecía la vida. No parecía preocupada por el futuro, pero consciente de que, sin la comida de hoy, no habría un mañana.

Me entretuve durante un rato en contemplarla absorto; hasta me pareció que mi cabeza se movía al son de su vaivén. Sonreí, respiré hondo y volví a la propuesta con ánimo renovado. Las mismas incertidumbres, las mismas variantes y una paloma que ayudó a simplificar la solución.
Después me acordé de algunas personas que en mi vida también me han ayudado. En todas descubro una característica en común: la sencillez.
¡Ay! Uno no para de aprender en esta vida: a todas esas personas ¡muchas gracias!… incluso a la paloma.

Rafael Dolader – vidaescuela.es – @rdolader