El primer sábado de este mes salimos a media mañana con dirección a la sierra, con el único objetivo de dejarnos sorprender de lo que el día nos presentara.

Conducíamos sin prisas, comentando noticias que nos llevaban de unas a otras, como las curvas de la carretera se sucedían a izquierda y derecha ganando altura. En el camino de la estación que arranca en una de ellas, nos encontramos con la procesión de la Virgen de las Nieves a punto de llegar a su ermita y nos acercamos a rezarle. En su fiesta, cinco de agosto, la gente del pueblo mantiene viva la tradición.

En el puerto nos sentamos en una terraza al borde de la carretera, un sitio distraído con el trasiego de la gente que viene del monte y quiere reponer energías. Mesas y bancos de madera recia que invitan a quedarse un buen rato. Allí nos encontramos con Paco, un empleado del colegio ya jubilado, que venía con su mujer de la Bola del Mundo, cumbre de 2257 m. a cuya falda nace el río Manzanares.

Hicimos un alto en el Monasterio del Paular, primera cartuja del Reino de Castilla allá por el siglo XIV. No entramos a la visita guiada, pero nos entretuvimos leyendo la historia y contemplando el edificio desde el exterior.

Bajo los tres arcos  del puente del Perdón, de estilo renacentista construido con sillería de granito, las aguas del río Lozoya bajan con fuerza y desde allí transcurre por su valle como dueño y señor.

En Rascafría paseamos por las calles empedradas, con la arquitectura popular de la Sierra que reflejan sus casas y mantienen el ambiente rural.

La tarde nos encontró sentados a la sombra de un roble apurando un café, en animada conversación, refrescados por la brisa que movía las hojas y aumentaba la sensación de bienestar.

De regreso sacábamos algunas conclusiones:

Es más sencillo pasear que moverse en coche.

Es más sencillo hablar presencialmente que por teléfono

Es más sencillo estar bajo la sombra natural de un árbol que de un porche o una pérgola.

Es más sencillo el fresco natural de la brisa que el del aire acondicionado.

Todo lo segundo está muy bien, pero si consigues lo primero… pues está mejor.

Pues eso es lo que nos había sucedido; un plan de verano que permitió recuperar el valor de lo sencillo.

16/08/23

Rafael Dolader – vidaescuela.es – @rdolader