En casa ya tenemos el belén montado; es tradición que decoremos la casa y lo pongamos aprovechando el tiempo libre que nos deja el puente de la Inmaculada. En los días siguientes se remata algún detalle pendiente o incorporamos alguna innovación menor. Los artistas dicen que un cuadro nunca se acaba, se deja y ya está; así le pasa al belén.

Aún así, ayer volví a pararme delante para revisarlo y disfrutarlo. Paseando una vez más la mirada de derecha a izquierda, recorrí el camino estrecho que baja desde la montaña al valle, zigzaguea sorteando palmeras y rocas, cruza el río por el puente de madera y se ensancha antes de llegar a la gruta para acoger a todos los que se dirigen a ver al Niño cargados de regalos. Pero el Niño no está; tenemos por costumbre ponerlo en la Nochebuena.

Al contemplar la cuna vacía, me acordé de un artículo que leí en el periódico por estas fechas hace cuatro años y que llevaba por título “cuento de Navidad”: un tipo que iba a pasar él sólo la nochebuena, al llegar a casa se encontró con un mensaje que su hermana le había dejado en el teléfono. Acababa diciéndole “… y no hace falta que traigas nada, ni vinos de reserva ni champán del bueno, porque lo único que quiero es que vengas tú “.

Fui el primero en marchar de mi casa cuando empecé a trabajar en el banco con dieciséis años; allí se quedaban mis padres y los otros tres hermanos. En la primera Navidad me llevé la sorpresa de que los clientes traían regalos y el último día los repartíamos entre todos. Cuando me presenté en casa con botellas y turrones nunca vistos, la alegría de chicos y mayores fue tanta como la de verme llegar. En los años siguientes se esperaba este momento con ilusión; pero de verdad que no decían eso de “y lo único que queremos es que vengas tú” porque me esperaban y a ser posible bien cargado. Aquella emoción por sacar de la bolsa tanta sorpresa se quedó atrás con la madurez, cuando el tiempo te ayuda a poner el interés en las personas y vuelves a decir “porque lo que quiero es que vengas tú”.

Allí parado frente al belén con la mirada puesta en la cuna vacía, mientras hilaba estos recuerdos me entró un mensaje “Lucía operada, no han podido limpiar todo, pinta regulín. Ahora toca rezar”. En el colegio nos hemos puesto manos a la obra, y desde la primera familia hasta el último alumno, pasando por todos los profesores y empleados, pedimos por su pronta recuperación y que su sonrisa vuelva a iluminar el cole incorporada a su puesto en la Secretaría.

Lucía va por ti, porque para esta Navidad, junto con el Niño lo que queremos es que vengas tú.

20-12-23

Rafael Dolader – vidaescuela.es – @rdolader