Es treinta de diciembre; en el colegio estamos de vacaciones, pero he quedado con Paco para resolver un asunto. Trabajamos con la puerta abierta como siempre, por eso no nos sorprende que Nano entre con toda la confianza, sin avisar. Venía a saludar, mientras los chicos se habían quedado jugando en el patio.

Llevábamos algo más de una semana sin cole y llovía casi todos los días; habían salido muy poco de casa y hoy viernes, víspera de final de año, estaban muy nerviosos; les faltaba espacio para quemar energías y lo buscaban por todos los rincones, incluida la cocina donde su madre intentaba concentrarse en la preparación de todo lo que se le avecinaba en unas horas. La tensión del ambiente iba en aumento, a la par que la temperatura. Nano había reaccionado a tiempo: ¡chicos, hoy toca partido! En un instante las habitaciones se convirtieron en los vestuarios de un estadio cualquiera, sólo que con un poquito más de desorden; ¡ese es mi calcetín! ¿quién tiene mi camiseta?… Un guiño de Nano desde la puerta es correspondido por Tere con una sonrisa de agradecimiento; mientras los mayores bajan las escaleras de dos en dos, el ascensor acude en busca del resto del equipo ajeno a las prisas.

Nano ha entrado seguido de un balón con piernas; Javi tiene dos años y la pelota que lleva entre las manos le tapa de cintura para arriba. Cuando la deja en el suelo se encuentra con cuatro ojos que le miran y preguntan a la vez ¿cómo te llamas? ¿cuántos años tienes? del susto se esconde abrazado a la pierna de su padre. Nano nos va contando cosas de Javi, mientras le acaricia; con eso consigue que saque media cara por detrás del escondite; unos caramelos hacen el resto y lo vemos al completo.

Las dos manos de Javi son insuficientes para recoger cinco o seis caramelos desiguales. Me pongo en cuclillas y nuestras caras quedan a la misma altura ¡ya somos iguales!; me mira de tú a tú, surge la confianza y cruzamos unas palabras. Deja los dulces en mis manos mientras los reparte entre los bolsillos de su abrigo. Uno, dos, tres, en el bolsillo de la derecha ¿son para tus hermanos? Contesta que sí moviendo la cabeza. Luego repite la operación con el resto en el bolsillo de la izquierda ¿estos son para ti? Repite el gesto afirmativo; pero antes, un pequeño bulto indica que ya tiene algo guardado ¿qué es? Javi mete la mano, la saca con cuidado y la abre despacio como quien descubre un tesoro, mientras me mira con emoción y me dice ¡un caballo! Javi, pues parece una piedra; y se reafirma “pero es un caballo”.

No podía reírme; aquello era muy serio para él y para mí, porque en ese momento recordé que también yo tengo tesoros guardados en varios rincones; y que si un día, un señor mayor abre el cajón y me pregunta ¿esto qué es?, poniéndome colorado me acordaré de Javi y le responderé ¡son caballos!

Rafael Dolader – vidaescuela.es – @rdolader

10-01-24