Jul 7, 2023 | Escritos
Un lunes por la tarde del pasado mes de marzo, asistí a una conferencia. El tema era de mi interés, pero Morfeo me enredó y por unos momentos me ganó el pulso. Oí citar a Narciso Yepes, di un respingo y recuperé la atención. El conferenciante contaba una anécdota sobre este famoso músico, del que yo conocía sólo su relación con el Concierto de Aranjuez. Poco había contado, pero suficiente para despertar mi curiosidad, buscar más información y descubrir un gigante.
Humilde de cuna y de espíritu, nació en Lorca (Murcia) en 1927 en una familia campesina. Es conocido mundialmente por su trabajo como guitarrista clásico español, pero el éxito no le afectó al interior de su ser.
“Cuando doy un concierto, el instante más emotivo y feliz para mí es ese momento de silencio que se produce antes de empezar a tocar. Entonces sé que el público y yo vamos a compartir una música, con todas sus emociones estéticas. Conservo en mí el alma de campesino que sabe levantar la mirada hacia el cielo. He intentado aceptar y desarrollar el don recibido. Creo que la respuesta de un hombre es agradecer lo que le es dado y ponerse al servicio de los demás, intentando transmitirlo. Espero dejar huella para los jóvenes que no escatiman el esfuerzo”.
“Mi vida de cristiano tuvo un largo paréntesis de vacío, que duró un cuarto de siglo. Me bautizaron al nacer, y ya no recibí ni una sola noción que ilustrase y alimentase mi fe. Fue una conversión súbita, repentina, inesperada y muy sencilla. Yo estaba en París, acodado en un puente del Sena, viendo fluir el agua. Era por la mañana. Exactamente, el 18 de mayo. De pronto, le escuché dentro de mí. Quizás me había llamado ya en otras ocasiones, pero yo no le había oído. Aquel día yo tenía «la puerta abierta» Y Dios pudo entrar. No sólo se hizo oír, sino que entró de lleno y para siempre en mi vida”.
Su vida no fue fácil, su hijo Juan de la Cruz murió de accidente con 18 años. El a partir de los 66 años limitó sus apariciones por el fuerte dolor que le causaba la enfermedad y murió con 69.
Enamorado de su mujer Marysia, a la que conoció siendo una joven polaca estudiante de filosofía; de sus hijos, de sus amigos. Ella le dedicó el libro “Amaneció de Noche” en el que narra los últimos años de su vida, un canto al amor que da sentido al sufrimiento.
Después de haber descubierto un gigante y con la confianza que me da tener el mismo origen campesino, me atrevo a decir ¡Gracias Narciso!
Rafael Dolader – vidaescuela.es – @rdolader
05/07/23
Jun 30, 2023 | Escritos
En los próximos días hará cuatro años que estuve en Roma para un curso de verano. No es la mejor época para disfrutar de una estancia romana, pero tuvimos suerte y el calor también se tomó unas mediovacaciones. De todas formas, con calor o frío, de día o de noche, en invierno o en verano, Roma no defrauda. Vuelves y es como una primera vez.
Una de las noches salimos a cenar. Paseamos sin prisa, nos adentramos en el Trastevere, pasamos por la Basílica de Santa María, recorrimos la Vía della Lungaretta y desembocamos en la Piazza Giuditta Tavani Arquati. Las mesas de varios restaurantes llenaban el espacio que la pequeña plaza ofrece; encontramos hueco en Carlo Menta.
La noche estrellada quedaba por encima de las diminutas luces que alumbraban la terraza; el murmullo de las conversaciones nos envolvía como el biombo que preserva tu espacio. El trajín silencioso de los camareros ponía movimiento al cuadro costumbrista.
Nuestros vecinos eran dos parejas a quienes el acento delataba su origen argentino. Oyeron hablar español y nos saludaron; de los lugares comunes, Messi, el Papa y alguno otro, pasamos a otros de mayor interés. Las mesas acabaron juntas y la conversación única. La despedida fue con abrazos y promesas de visitarnos a su paso por España.
La noche estaba agradable, decidimos alargar el paseo caminando junto al Tíber en dirección al Ponte Sisto. Al llegar a Piazza Trilussa nos encontramos un grupo musical amenizando la velada del público que llenaba las escaleras de la Fontanone dei Cento Preti. Sentado entre la gente, dejé volar la imaginación.
En esas estaba cuando sonaron las notas de «We Will Rock You», canción de rock de la banda británica Queen. Y me vi dando palmas arrastrado por el entusiasmo general, siguiendo el ritmo a la espera del espectacular solo de guitarra. Aquella noche, el cielo y la tierra se juntaban para darme una alegría. No hubiera marchado, de no ser que vinieron a buscarme y me sacaron de allí o perdía el autobús de regreso.
Al llegar a casa y hacer el balance del día, di gracias a Dios y a esos tipos que me alegraron la noche. No recuerdo sus caras, no sabré distinguirlos si me los encuentro por la calle, pero cuando San Pedro me convoque a revisar el libro de la contabilidad de mi vida, le hablaré de ellos. Seguro que él si los conoce y se lo tendrá en cuenta.
Al día siguiente, mi Ángel de la Guarda me dijo que me dormí con la cara sonriente y moviendo los labios al compás de We Will Rock You.
Rafael Dolader – vidaescuela.es – @rdolader
28/06/23
Jun 23, 2023 | Escritos
Coincidí con Ignacio durante unos años en el equipo directivo de un colegio; la sintonía en lo profesional se extendió a lo personal. Desde que nuestros caminos se separaron, hemos mantenido la amistad con encuentros algo menos frecuentes de lo que nos gustaría.
La semana pasada nos juntamos para ponernos al día. A raíz de un incidente que ha tenido en su trabajo, recordamos un jefe que tuvimos y al que los dos le estamos muy agradecidos por lo mucho que nos ayudó en nuestro crecimiento. Gran profesional y persona, conseguía integrar, delegar, corregir y premiar. Y aunque los buenos resultados eran gracias a él, te hacía sentir la parte más importante de los objetivos conseguidos.
Recordé las palabras que Roberto Benigni le dedicó a su esposa en el momento de recoger el León de Oro, el premio más importante del cine italiano, que se le entregó en el Festival de Venecia de 2021. Es un león con alas.
Tiene un fondo parecido a lo que estábamos hablando; se lo conté a Ignacio.
Sobre el escenario con la estatuilla en la mano, Benigni acaparaba todas las cámaras; pero consiguió que su esposa fuera el centro de atención, al hablarle como si estuvieran solos en la sala:
“Permitidme que dirija unas palabras a mi actriz preferida, presente en la sala, que está en la cúspide de mi pensamiento, o como dijo Dante “in paradiso la mía mente”, Nicoletta Braschi.
Hemos hecho todo juntos desde hace cuarenta años: producciones, interpretaciones, películas. Por eso sólo conozco un modo de medir el tiempo: contigo o sin ti.
Te sugiero dividir el premio para compartirlo, yo me quedo con la cola para manifestar mi alegría moviéndola y el resto es tuyo, sobre todo las alas; porque si alguna vez el trabajo que hecho ha volado alto, ha sido gracias a ti, a tu talento de actriz, a tu encanto, tu belleza, tu feminidad, al hecho de ser mujer. Ser mujer es un misterio que los hombres no entendemos.
Nicoletta, gracias; no puedo dedicarte el premio, porque el premio… ¡es tuyo!
Rafael Dolader – vidaescuela.es – @rdolader
21/06/23
Jun 16, 2023 | Aficiones, Escritos
Nazarí es un caballo torero, de la cuadra del rejoneador Diego Ventura. De raza lusitana y color castaño, con habilidad y potencia para galopar llevando al toro pegado a la grupa. Elegante en los andares, valiente para entrar de cara a la faena, preciso en la batida y en el quiebro. Con extraordinario físico y una estampa que embelesa.
Mi afición a los caballos no llega tan lejos como para describirlo con tanto detalle; para la ocasión he acudido a lo que otros han escrito sobre Nazarí, a raíz de que el pasado 20 de mayo se jubiló en la plaza de las Ventas de Madrid, tras una magnífica faena que le valió, una vez más, el mayor premio: la Puerta Grande.
Al final de la tarde, sin que nadie lo esperara, su dueño lo sacó de nuevo a la arena, le despojó de la silla, le quitó lentamente la cabezada, entre lágrimas le depositó un beso en la frente y le dio una palmada en la grupa para que galopara libre. El caballo salió al trote hacia la barrera y recorrió media plaza mirando al tendido, como si quisiera responder al público que le aplaudía de pie en homenaje a tantas tardes de gloria que han compartido. Luego volvió a encontrarse con el jinete y regresaron a la cuadra. Ahí se cerró el currículum del mejor caballo en su mejor momento.
En lo más alto de su carrera profesional, cuando todavía le quedan unos años de buen rendimiento, Diego Ventura decide jubilarlo como caballo torero: “nunca más volveré a montarlo, será para mis hijos, ellos disfrutaran de Nazarí y él de la libertad en los prados que le esperan”.
Estos días se han producido cambios importantes en instituciones públicas y privadas bien conocidas. Reciente la noticia de Nazarí, emocionado por su estética y removido por la decisión, relaciono unas jubilaciones con otras y me aplico por sacar consecuencias. Los cambios son necesarios, unas veces vienen impuestos y otras hay que decidirlos; pasa también en nuestra vida.
Seguramente no hay una única conclusión, pero me sirve de ejemplo la fortaleza, elegancia y generosidad que he visto en el caso de Diego Ventura y su caballo Nazarí.
Rafael Dolader – vidaescuela.es – @rdolader
14/06/23
Jun 8, 2023 | Escritos
Una mañana de primavera, de esas que en Madrid son limpias y frescas, regresé al colegio después de resolver unas gestiones. En el trayecto desde el aparcamiento a la entrada, me crucé con Luis Mª, un profesor joven con el que tenía confianza. Me levantó el dedo índice de la mano derecha, gesto que interpreté como “un momento por favor”. Oye Rafa ¿tienes prisa? Pues no, nada especial. Entonces ¿por qué vas tan rápido? Y cuando nos despedimos, hice el esfuerzo de continuar andando más despacio.
Eso sucedía en 2001, por entonces Luis Mª estaba soltero. Hoy es un veterano profesor, muy querido en el colegio, padre de cuatro hijos. Y en mí tiene un incondicional, que le está muy agradecido por aquella observación que la he tenido muy presente y me ha servido de mucho.
En octubre pasado estuve en Roma, en un encuentro de escuelas europeas. Una de las tardes, fuimos a rezar a la Basílica de San Pedro. En la primera capilla que te encuentras a la derecha, se puede admirar “La Piedad” de Miguel Ángel. A continuación, en la segunda capilla, puedes rezar ante la tumba de San Juan Pablo II; sigue después la capilla del Santísimo con el sagrario monumental de Bernini, las reliquias de San Juan XXIII, la estatua de bronce de San Pedro, el baldaquino de Bernini…
Y ahí, después de haber cumplido todas las mandas que llevaba, mientras esperaba al resto del grupo al inicio de la nave, volví a recordar a Luis Mª y su consejo. Me vi reflejado en aquellas gentes que entraban precipitadas, deslumbradas por lo que descubrían, que se movían con prisa en su afán de llegar a todo. No es suficiente con ver, hay que mirar despacio, con serenidad, para descubrir la belleza que guardan las cosas. Las prisas nos llevan a la rutina, que convierte el paisaje que nos rodea en algo monótono, donde difícilmente vemos algo resaltable.
Una lástima entrar con prisas en San Pedro y, nada más entrar, perderse la contemplación de la belleza que desprende La Piedad. Allí se necesita un Luis Mª, que como a mí, levante el dedo índice de la mano derecha y pregunte a cada uno ¿dónde vas tan rápido?
Rafael Dolader – vidaescuela.es – @rdolader
7/06/23
Jun 1, 2023 | Aficiones, Escritos
En los años que estuve en la escuela de D. Emilio aprendí muchas matemáticas; nos contagiaba su pasión por el cálculo y las operaciones. Allí los números comían el tiempo a las letras y de lectura andábamos justitos.
Luego pase al Instituto y la dedicación a la lectura siguió más bien escasa; leíamos lo imprescindible para llevar la lección al día.
En casa, mi padre era aficionado lector, pero tenía pocos libros, muy pocos; por no tener, no teníamos ni librería.
Por eso, hacia finales de los sesenta, me sorprendió mi hermano Jose Antonio cuando me propuso que hiciéramos la colección de libros RTVE; aunque el gusto por la lectura me pillaba un poco lejos, le dije que sí. De la paga que nos daban los domingos, apartábamos una cantidad para comprar cada ejemplar que se publicaba. Allí conocí a Julio Verne y disfruté con sus aventuras y ciencia ficción.
En la pandilla, Margarita metió el gusanillo de la lectura en plena adolescencia. Los libros de José Luis Martin Vigil pasaban de mano en mano y, a veces, había que esperar turno hasta que alguno quedaba libre.
Cuando llegué a trabajar a Barcelona, me instalé en una pensión donde lo que más abundaba era el tiempo. Por las tardes era frecuente vernos tumbados en la cama, leyendo novelas del oeste, del español Marcial Lafuente Estefanía que llegó a publicar más de dos mil quinientas. Les llamábamos novelas de “tiro tenso”.
Y de ese modo, la lectura se subió al tren de mi vida y la hemos recorrido juntos; títulos, autores y materias me han llevado de aquí para allá en un viaje emocionante, unas veces divertido, otras no tanto, siempre interesante.
Pablo, profesor de Historia y gran lector, me dio un consejo: “lee para disfrutar, no te importe si al cabo de un tiempo no recuerdas los personajes o las situaciones concretas. Cada libro deja un poso que te mejora sin que te des cuenta”.
Hoy me he acordado de todos los que he citado y quiero darles las gracias, junto a tantos otros que se han “posado” en mi interior con cada libro, porque rebuscando en la librería he encontrado un ejemplar de aquella magnífica Colección Libros RTVE.
Rafael Dolader – vidaescuela.es – @rdolader
31/05/23