Gracias por darme conversación

Gracias por darme conversación

Me cuenta Felipe que ésta semana paró en un bar al lado de la carretera, camino de Peñafiel. Mientras tomaba el café, habló un poco con el camarero, interesándose por el trabajo y también por algunos aspectos de la familia. Fue un tiempo breve, suficiente para desentumecer las piernas, despejarse y continuar al volante. Al despedirse, aquel buen hombre le dio las gracias. Felipe hizo una mueca de extrañeza, sorprendido. “Mire, por este bar pasa mucha gente gracias a Dios, no me puedo quejar del negocio. La mayoría entran, piden y se van, algunos sin decir adiós; Vd. me ha dado conversación, me ha tenido en cuenta, y éso es muy de agradecer”.

Rafael Dolader – vidaescuela.es – @rdolader

Lo que tienen las personas buenas

Lo que tienen las personas buenas

“Rafa el pino de la entrada se ha inclinado sobre la valla de la calle ¿puedes pasar?” “Acabo de entrar en casa, déjame saludar, me cambio y voy enseguida”.

Era Guillermo el vecino; las horas de trato para compartir aficiones, trabajos caseros y ayudas mutuas, han forjado una sincera amistad entre nosotros. En casa de Guillermo se está bien, porque al lado de Guillermo se está bien; es lo que tienen las personas buenas.

El día que estrenó su matrimonio con Laura, entraron juntos en aquella casa para iniciar una andadura que hoy reafirman maravillosa. Casi todo por hacer, dentro y fuera de las paredes. Dentro pusieron mucho cariño, abundante ilusión y algunos muebles, cortinas y cuadros. Después llegaron Rodrigo, Laura, Guillermo, Beatriz y Cristina; con sus lloros, risas, gritos y juegos llenaron la casa a rebosar.

Fuera, un pequeño terreno árido lo ha convertido, a base de esfuerzo y tiempo, en una zona amigable y acogedora. Rosales, hortensias, romeros, madroños, laureles, acebo, moreras, pinos, cipreses -y a trozos una capa de césped- le dan color, aromas y texturas todo el año.

El pino de la entrada se llevó la mayor parte de sus cuidados; creció sano y fuerte, ensanchó la copa un poco cada vez que la familia crecía, para asegurar la sombra al recién llegado. A su pie han pasado horas de charla, juegos, meriendas, siestas, peleas, reprimendas y reconciliaciones. Siempre amable, el pino ha sido punto de encuentro y refugio. Discreto, silencioso, tapaba sus oídos a las intimidades, cerraba sus ojos a las travesuras, en sus labios no había lugar para las indiscreciones. En las tardes calurosas, movía suavemente las ramas para multiplicar la brisa y aligerar el descanso de la pandilla.

Guillermo está en la calle con Julián, otro vecino que salía en bicicleta y al ver lo que sucedía se ha quedado para ayudar. Nos saludamos y me cuenta: la lluvia intensa de estos días y el viento racheado de la tarde, han podido con la resistencia del terreno y el pino ha quedado inclinado sobre la calle, apoyado en la valla. Hacemos planes para sujetarlo con una cuerda a una columna sólida y que aguante durante la noche. Cuando vamos a iniciar la operación, una nueva ventolera agita la copa, el tronco se remueve y cae lentamente arrastrando la valla y la farola de la acera. El estruendo de las ramas abrazando el asfalto nos sobrecoge; de reojo veo a Guillermo, la mirada fija en el pino vencido, sereno, luego cierra los ojos, mueve la cabeza y suspira ¡se acabó! Como siempre, sin alterarse, empieza a pensar en los demás: hay que avisar a los vecinos, poner unas vallas para cortar la circulación, traer la motosierra, darnos prisa para molestar lo imprescindible.

En dos horas hemos limpiado la calle y vuelve la normalidad; si no fuera porque la valla, la farola y las ramas amontonadas delatan el incidente, diría que nada ha sucedido. Algunos vecinos han acudido para interesarse, otros se paran al pasar. Para todos hay un agradecimiento, un no pasa nada, un gracias a Dios estamos bien. En el garaje hemos guardado el tronco y las ramas gruesas cortadas en trozos manejables. Se echa la noche y el frío, recogemos las herramientas, es el momento de la despedida. Quiero decirle algo sentido, acorde con el aprecio que le tenía, busco una frase que resuma el sentir, pero Guillermo se adelanta en voz baja: le tengo envidia, toda una vida al servicio de los míos y, al final, hasta su leña la llevaremos a la casa del pueblo para calentarnos en invierno; antes y después se ha consumido para los demás.

Vuelvo a casa, andando despacio para tener tiempo de saborear todo lo vivido esta tarde, convencido de que la historia del pino tiene mucho de la historia de Guillermo: en los dos casos da gusto estar a su lado. Es lo que tienen las personas buenas.

Rafael Dolader – vidaescuela.es – @rdolader

El asedio de Antioquía (2): narración

El asedio de Antioquía (2): narración

Bohemundo, máximo jefe franco, sitió Antioquía desde octubre de 1097 hasta junio de 1098

«En este mes de octubre de 1097, el viejo Yaghi Siyan, servidor desde hace cuarenta años de los sultanes selyúcidas, está convencido de que los ejércitos francos que se han concentrado ante Antioquía jamás podrán penetrar en la ciudad, pues no puede tomarse al asalto, y mucho menos sitiarse por hambre. Es cierto que los soldados de que dispone este emir turco de barba canosa no son más que seis o siete mil, mientras que los frany alinean más de treinta mil combatientes. Pero Antioquía es una plaza fuerte prácticamente inexpugnable. Su muralla tiene dos farsaj (doce mil metros) de largo y no cuenta menos de trescientas sesenta torres edificadas a tres niveles diferentes. La muralla, sólidamente construida con piedra de talla y ladrillo y asentada sobre cascote, trepa al este por el monte Habib-an-Nayyar, cuya cima corona con una alcazaba inexpugnable. Al oeste está el río Orontes, al que los sirios llaman al-Asi, «el río rebelde», porque a veces da la impresión de fluir en sentido contrario, desde el Mediterráneo hacia el interior. Su lecho corre paralelo a los muros de Antioquía, constituyendo un obstáculo natural difícil de cruzar. Al sur, las fortificaciones dominan un valle, cuya pendiente es tan empinada que parece una prolongación de la muralla. Por esto les resulta imposible a los sitiadores rodear por completo la ciudad y los defensores no tienen ninguna dificultad para comunicarse  con el exterior y para avituallarse. Las reservas de alimentos de la ciudad son tanto más abundantes cuanto que la muralla encierra, además de los edificios y los jardines, vastos campos cultivados. Antes del «Fath», la conquista musulmana, Antioquía era una metrópoli romana de doscientos mil habitantes; en 1097 sólo tiene cuarenta mil, y varios barrios, antaño poblados, se han convertido en campos de labor y en huertos. Yaghi Siyan no tiene inquietud alguna en lo que respecta a la solidez de sus fortificaciones o la seguridad de su aprovisionamiento…

…El 2 de junio, poco antes de la puesta del sol, los centinelas avisan de que los frany han reunido a todas sus fuerzas y se dirigen hacia el noreste. Emires y soldados sólo hallan una explicación: Karbuka está cerca y los sitiadores van a su encuentro. En unos minutos, la noticia ha corrido de boca en boca y casas y murallas están alerta. La ciudad respira de nuevo: mañana mismo el atabeg romperá el cerco de la ciudad, mañana mismo acabará la pesadilla. La noche está fresca y húmeda, la gente pasa las horas muertas charlando a la puerta de las casas, con todas las luces apagadas. Por fin se duerme Antioquía, agotada pero confiada.

Las cuatro de la mañana: al sur de la ciudad, se oye el ruido sordo de una cuerda que roza contra la piedra. Un hombre se asoma desde lo alto de una gran torre pentagonal y hace señas con la mano. No ha pegado ojo en toda la noche y tiene la barba revuelta. Se llama Firuz, un fabricante de corazas encargado de la defensa de las torres. Musulmán de origen armenio, Firuz ha formado parte durante mucho tiempo del círculo de allegados de Yaghi Siyan, pero, últimamente, éste lo ha acusado de hacer «estraperlo» y le ha impuesto una cuantiosa multa. Buscando venganza, Firuz se ha puesto en contacto con los sitiadores. Les ha dicho que controla el acceso a una ventana que da al valle, al sur de la ciudad, y se muestra dispuesto a dejarlos entrar. Más aún, para demostrarles que no les está tendiendo una trampa, les ha enviado a su propio hijo como rehén. Por su parte, los sitiadores le han ofrecido oro y tierras. Se ha fijado un plan: hay que actuar el 3 de junio al alba. La víspera, para desorientar a la guarnición, los sitiadores han fingido que se alejaban.

Por el pacto entre los frany y el fabricante de corazas, aquéllos treparon hasta la ventanita, la abrieron e hicieron subir a muchos hombres con ayuda de cuerdas. Cuando fueron más de quinientos, se pusieron a tocar la trompeta al alba, mientras los defensores estaban agotados por la prolongada vela. Yaghi Siyan se levantó y preguntó qué ocurría. Le contestaron que el sonido de las trompetas procedía de la alcazaba, que, seguramente, había sido tomada.

Los ruidos proceden de la torre de las Dos Hermanas. Pero Yaghi Siyan no se toma la molestia de comprobarlo. Cree que todo está perdido. Cediendo al pánico, ordena abrir una de las puertas de la ciudad y, acompañado de algunos guardias, huye. Despavorido, cabalgará así durante horas, incapaz de recobrarse. Tras doscientos días de resistencia, el señor de Antioquía se ha venido abajo. Se puso a llorar por haber abandonado a su familia, a sus hijos y a los musulmanes y, de dolor, cayó del caballo sin conocimiento. Sus compañeros intentaron volverlo a subir a la silla, pero ya no se tenía en pie. Se estaba muriendo. Lo dejaron, pues, y se alejaron. Un leñador armenio que pasaba por allí lo reconoció. Le cortó la cabeza y se la llevó a los frany a Antioquía.”

Narración que se hace en la novela “Las cruzadas vistas por los árabes” de Amin Maalouf.

Extracto realizado por Rafael Dolader – vidaescuela.es – @rdolader

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El asedio de Antioquía (1): un ejemplo muy actual

El asedio de Antioquía (1): un ejemplo muy actual

Antioquía era una fortaleza inexpugnable en 1097. Durante 6 meses aguantó el asedio de los francos sin mayor dificultad. Pero un pequeño detalle -una ventanita abierta en una de las torres de la muralla- permitió que entraran unos cuantos hombres del enemigo, abrieran las puertas y la plaza se entregó sin mayor resistencia.

El hecho se utiliza en educación como ejemplo de lo que puede suceder en nuestras vidas cuando descuidamos pequeños detalles, voluntaria o involuntariamente: propósitos nobles, proyectos serios o relaciones estables que se resquebrajan y quedan afectados, porque en nuestro interior se ha colado el virus por cualquiera de los sentidos, del corazón o de la imaginación. Suelen ser pequeños detalles a los que no damos mayor importancia, por eso conviene establecer alarmas que salten a tiempo para advertirlos y poner el remedio que convenga.

Rafael Dolader -vidaescuela.es – @rdolader

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Spinner

Spinner

Llámame lo que quieras, pero no sabía lo que era un Spinner hasta hoy, cuándo por segunda vez me encuentro con un titular sobre el asunto y le he preguntado a un amigo profesor de Primaria, oye Rodri ¿qué es un Spinner? y me pone cara de ¡que no te enteras! Con paciencia me explica que es el nuevo juguete de moda entre los escolares. Se llama Fidger Spinner (aunque algunas marcas han popularizando nombres ligeramente distintos, siempre con el complemento spinner).
El spinner es esencialmente un trozo de plástico o de metal que rota sobre varios ejes. Cabe en la palma de la mano y la gracia es hacerlo girar. Nació como artilugio antiestrés, pero se ha popularizado en el patio de los colegios y en los kioscos y los bazares españoles los venden por cerca de 4 euros. Empiezan a extenderse por el boca a boca, como lo hicieron los tamagotchis, las pulseras de gomitas y tantos otros artículos que, de la noche a la mañana, se convierten en la última moda infantil.
Bueno, por si no estás al día sobre el tema, te dejo un enlace para que, si te preguntan “oye y tú ¿sabes lo que es un spinner? puedas responder: pues claro, ¡qué me vas a contar!

Rafael Dolader – vidaescuela.es – @rdolader

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Ya, pero es de hace un año

Ya, pero es de hace un año

Nos contó Ricardo en un encuentro de amigos, que el teléfono móvil le había dado problemas y lo llevó a la tienda donde lo había comprado. Le atendió un dependiente joven, muy puesto en las cuestiones tecnológicas, que se expresaba con desparpajo y manifestaba seguridad. Ricardo le contó lo que le pasaba al teléfono y añadió que le sorprendía porque era un aparato bueno de una buena marca. El dependiente le escuchó con cara de ¡pero ¿qué me estás contando?!  y sentenció el diagnóstico sin inmutarse: ya, pero este modelo es de hace un año. Ricardo salió de la tienda con la moral hundida y arrastrando el orgullo. A él, un profesional consolidado, inquieto por estar a la última en nudos de corbata, zapatos o portátil; a él que le suenan alarmas continuamente para informarle del tiempo, de los goles de su equipo o de las ultimísimas noticias; a él le habían afeado que su móvil era un modelo de hace un año.

Soy de los que notan la presión del ambiente y me afecta a la hora de comprar. La tendencia al consumismo flota en todos los rincones, y a los que somos de carne y hueso nos tienta: que si me espero un mes a que salga el nuevo modelo, que si total por unos euros más tengo otro con más prestaciones. Excusas nunca faltan para ir más allá de lo que cubre nuestra necesidad.

Por eso es muy de agradecer encontrarte con tipos normales que saben superar esa situación sin poner cara de mártir. Es lo que me pasó con Ángel el otro día, durante la comida en el trabajo. Le pidieron un dato, sacó la pda y hubo una exclamación general ¡ooohhh! pero ¿qué es éso? Y Ángel nos enseñó con naturalidad su HTC estrenada hace ocho años. La guardó mirando a la concurrencia y algunos bajamos la mirada algo avergonzados.

Por dentro me dije: Ángel ¡eres mi héroe!, ochos años con el mismo teléfono y aún nos dice ¿cambiar? para qué! si funciona bien y tiene lo que necesito.

Rafael Dolader – vidaescuela.es – @rdolader