Cine de verano

Cine de verano

“Es la declaración de amor que más impacto me ha producido” Lo dijo Monto (así le llamamos por abreviatura de su apellido), un tipo que sabe mucho de cine; su cabeza es una potente base de datos de la que extrae escenas y comentarios con mucho acierto.

La película cuenta la historia de tres soldados americanos cuando regresan de la guerra. Homer es un marino que ha perdido las dos manos y las ha sustituido por garfios que maneja con mucha habilidad. Pero la familia se asusta, le compadece y él no soporta que le tengan lástima. A su novia Wilma, la rechaza porque no quiere suponerle una carga.

La escena que nos contaba Monto sucede una noche, cuando Homer invita a Wilma para que vea lo que sucede cuando tiene que acostarse y que tanto le avergüenza: «Aquí es cuando sé que estoy indefenso. Mis manos están sobre la cama. No puedo ponérmelas de nuevo sin pedir ayuda a alguien. No puedo fumar un cigarrillo o leer un libro. Si esa puerta se cierra de golpe, no puedo abrirla y salir de esta habitación. Soy tan dependiente como un bebé que no sabe cómo obtener nada excepto llorar por ello».

Cuando Homer espera que Wilma de un paso atrás y salga corriendo, ella lo da hacia adelante con ternura y le confirma el amor que le tiene: Te quiero y no voy a dejarte nunca, nunca. ¿Pero no te importa? Claro que no, te quiero y siempre te querré.

Ya, pero eso sucede en las películas. Pues mira, una de las muchas cosas buenas que tiene ésta, es el rasgo universal de lo que cuenta: la necesidad de que nos quieran como somos y de que cada uno ha de aceptarse como es. Que las guerras también se dan en nuestro día a día en el trabajo, la familia o los amigos. Que, para el amor y el sentido de la vida, hace falta valentía y eso se adquiere con entrenamiento diario.

Una película de 1946, en blanco y negro, no apta para necesitados de acción, que habla con los gestos, miradas y silencios, que hace grande lo cotidiano, que tuvo siete Oscars y se llama “Los mejores años de nuestra vida”. Y como la vi el viernes pasado, te la recomiendo como cine de verano.

09/08/23

Rafael Dolader – vidaescuela.es – @rdolader

Un doctor en la campiña

Un doctor en la campiña

Una película de 2016 que podría titularse “un médico de pueblo” y se entendería antes y mejor; en su original francés es “Médecin de champagne” y en la distribución en castellano “un doctor en la campiña”, que tiene poco que ver con nuestra cultura.

Mi relación con la televisión es distante, fría; y cuándo me siento con la familia en torno al aparato, o más bien frente a él, suelo hacerlo con una lectura que me ayude a permanecer un rato con los demás sin sensación de perder el tiempo.

Pero de vez en cuando surge la sorpresa, como sucedió el sábado por la noche: al acabar un programa deportivo hubo escala en dos o tres canales, y por fin el mando recaló en la 2 de TVE. Al cabo de un rato levanté la vista ¿qué es?; una película francesa, hace un rato que ha empezado. La vista alternaba lectura y pantalla, más de lo primero que de lo segundo; poco a poco se invirtieron los porcentajes, hasta que la revista resbaló del regazo y se escondió entre el cojín y el respaldo. Para entonces, un servidor seguía con atención la película, atraído por la suma de unos cuantos detalles que me sumergieron en ella.

Personajes reales, creíbles, como los vecinos que me encuentro en el ascensor; como las personas con quienes comparto vagón de metro a primera hora de la mañana, como las familias que abarrotaban las urgencias del hospital cuando fui la semana pasada. Paisajes de verdad, que podrían ser los que recorro cada vez que voy a ver a mi madre. Problemas de la gente iguales a los que cuenta la mujer de mi primo, ella médico en un pueblo de 2.000 habitantes a 30 kms del mío. Un color tan natural en la fotografía, que parecen las que me envía mi hermana por whatsapp para enseñarme a sus nietos.

Claro que si la película me presenta algo tan real y común como la vida misma ¿dónde está el mérito? En la sobremesa de las noches de invierno, mi padre nos contaba historias de su abuelo, de su padre, de él mismo; eran la vida misma y nos tenía dos horas con la boca abierta. ¿dónde estaba el mérito? En la forma de contarlo, de pasar de una historia a otra, de cómo ponía el acento en un aspecto u otro, según lo que nos quería transmitir.

Y así, siguiendo a este médico de pueblo protagonista de la película, descubres gente como la que te rodea a diario, con problemas, dificultades, emociones y sentimientos. Y caes en la cuenta de que hay personas como el médico, que se dedican a hacer el bien con su trabajo, sabiendo que él mismo también tiene sus problemas, dificultades, emociones y sentimientos. Y me ayuda a plantearme si yo, un servidor, a partir de ahora puedo olvidarme un poco de mis problemas, dificultades, emociones y sentimientos, para preguntarme: a ésta persona que está a mi lado, ¿cómo puedo ayudarle? Por si te lo planteas tú también, dejo dos sugerencias recogidas en comentarios leídos sobre la película:

Apunta Rubén Lardín: valores como la integridad, el cuidado, la escucha, el cuento contigo, son reivindicados en esta película.

Y escribe Alberto Fijo: Conectar con el médico que interpreta François Cluzet y con los entrañables personajes que le rodean es una experiencia no solo agradable, sino enriquecedora. Porque en ese viaje, podemos redescubrir el encanto de lo cotidiano, donde no hay héroes con superpoderes, sino personas normales que pueden ser mejores o peores porque son libres, con una libertad condicionada, pero libres para elegir. Y deciden ser mejores. O no.

Rafael Dolader – vidaescuela.es – @rdolader

Pincha aquí para ver el tráiler en español

Pincha aquí para leer crítica de Alberto Fijo en filasiete.com

Pincha aquí para leer crítica de Rubén Lardín en eldiario.es

¿Y de qué año es la peli?

¿Y de qué año es la peli?

El viernes después de la cena propusieron ver una película. Me quedé por compromiso más que por interés; tenía previsto hacer otras cosas antes de acostarme, pero me pudo más la buena voluntad de acompañar a quienes disfrutan con el cine, por aquello de compartir con los demás sus buenos momentos.

Quizás por esas contradicciones internas, me costó centrarme en lo que estaba y los primeros minutos pasaron con el cuerpo presente en el salón, pero con la cabeza ausente como diciendo: pero ¿qué hace un chico como tú en un sitio como éste? ¡con la de asuntos que tenía que hacer!

Sin embargo, las imágenes y diálogos que me llegaban, al principio como una madeja enredada que no entendía ni hacía por entender, poco a poco fueron soltando un hilo continuo que construía un relato visual y sonoro atractivo; hasta tal punto me sedujo, que al cabo de 115 minutos me sorprendí de pie en el corro a punto de despedirnos, comentando dudas y afirmaciones, enfoques y planos, personajes y situaciones. Y con una decisión interior que mi orgullo me impedía manifestar en aquel momento ¡la volveré a ver!

Durante estos días he compartido el descubrimiento con quien se pone a tiro y, con frecuencia, me han cortado para hacer la misma pregunta: pero ¿de qué año es la peli? Y al dar el dato casi siempre una reacción parecida: una mueca de desinterés, un resoplido de pasodeltema. Vaya, que lo bueno es lo de esta mañana, lo de ayer y no estires mucho más el chicle. Imagina cuando les decía que es de 1995, dan un paso atrás y te miran de arriba abajo ¡qué antigua!

Pues me da que ni la novedad ni la antigüedad es garantía de calidad ni de su contrario. Lo bueno permanece porque es bueno, en el cine, en el teatro, en la música, en la literatura o en las personas. En general, uno se acuerda de los momentos buenos de su vida, los malos se diluyen en el tiempo y desaparecen. Sin embargo, vivimos momentos de inmediatez, se nos escapa el presente esperando el futuro. Por eso, qué interesante pararse de vez en cuando a leer despacio, a contemplar la vida desde la ventana, a conversar metido en el otro, a ver una película completa. De esta forma nos preparamos para distinguir el grano de la paja, lo duradero de lo efímero, a disfrutar de lo que permanece envuelto en el tiempo y sigue despidiendo el aroma de lo bueno al cabo de uno, diez, cien o mil años.

Por cierto, la película se titula “Smoke” y te dejo un enlace a una buena crítica de Jerónimo José Martín, que te la cuenta como quien sabe. Y si te animas a verla, espero la disfrutes.

Rafael Dolader – vidaescuela.es – @rdolader

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