Pequeños detalles, grandes alegrías

Pequeños detalles, grandes alegrías

Es diciembre, paso unos días en el Valle del Tiétar. Salgo a pasear empujado por las ganas de hacer ejercicio y atraído por el día magnífico que tenemos, fresco y con sol radiante en un cielo limpio, los caminos reblandecidos por el agua de las lluvias recientes. Encuentro una señora entre los pinos, a la ladera del camino; cesta de mimbre con asa bajo el brazo y en la mano, un cuchillo embarrado; habla con el perro que le acompaña, más bien le da indicaciones.

La saludo

– buenos días ¿cómo le va, hay cosecha?

Se endereza y una sonrisa le ilumina la cara; me enseña la cesta.

– De momento sólo llevo tres, pero disfruto mucho cada vez que encuentro una seta. Mire ve, aquí hay un buen grupo, pero no me fío; sólo cojo níscalos, que son los que conozco bien. Andaremos otro poco y, aunque no encuentre más, con éstos ya me vuelvo muy contenta.

Nos despedimos, continúo la caminata a buen ritmo mientras sigo impregnado por la alegría de la buena señora. Puedo pensar que su mundo es pequeño, que se conforma con cualquier cosa; o también que tiene la capacidad de saber disfrutar con los pequeños detalles que nos ofrece la vida, que posee la sencillez de descubrir motivos de gozo entre lo ordinario de cada día.

Corren tiempos donde se nos insiste en que la felicidad viene de la mano de  sensaciones fuertes, se anhela lo extraordinario; y la solución la ofrece la publicidad, cuando pone a tu alcance experiencias únicas que te harán feliz, por las que vale la pena gastar dinero, que de eso se trata: una playa de arena blanca, aguas cristalinas, palmeras exóticas; una casa rural en medio de montañas solitarias; una jornada inolvidable en un parque temático…

No digo yo que esas propuestas sean malas; pero es una lástima renunciar a tantos pequeños detalles que pasan a nuestro lado con los que podemos disfrutar. Focalizarnos en lo extraordinario nos adormece para lo ordinario; centrar nuestra ilusión en las vacaciones de verano, nos anula once meses al año. Esperar al fin de semana desperdicia los cinco días anteriores.

Pues como no están los tiempos para tirar nada, intentaré aprovechar todas las oportunidades que me ofrece la vida cada día de lunes a domingo, de todas las semanas de cada uno de los doce meses del año. De momento voy a leer algo sobre los níscalos, que no sé nada y me lo estoy perdiendo.

Rafael Dolader – vidaescuela.es – @rdolader

Cuando llega la adversidad ¡bienvenidos a Holanda!

Cuando llega la adversidad ¡bienvenidos a Holanda!

Emily Perl Kingsley es una escritora que se unió al equipo de Barrio Sésamo en 1970. Desde entonces ella se encargó de los guiones de la serie. En 1974 tuvo un hijo, Jason Kingsley, que nació con síndrome de Down. Sus experiencias con Jason inspiraron a Emily para incluir en Barrio Sésamo a personas con una discapacidad, tanto física como psíquica.

En 1987 Kingsley escribió el texto “Bienvenidos a Holanda” en el que compara la experiencia de tener un hijo discapacitado con un viaje a Holanda, cuando en realidad se había programado para Italia.

La Fundación Mehuer en 2016 encargó un vídeo de sensibilización sobre las enfermedades raras a la agencia creativa ‘Crepes&Texas’, bajo la dirección del actor, productor y director Emilio Aragón, inspirado en la maravillosa historia de Emily Perl Kingsley. Puedes ver el vídeo pinchando aquí, y a continuación te dejo el texto:

«A menudo me piden que describa la experiencia de criar a un hijo discapacitado, para ayudar a las personas que nunca han compartido esta experiencia única a comprenderla, a imaginar cómo se sentirían. Es algo así:

Esperar un bebé es como planear unas vacaciones fabulosas… a Italia. Te compras un montón de guías y haces planes maravillosos. El Coliseo. El David de Miguel Ángel. Las góndolas de Venecia. Hasta es posible que aprendas algunas frases útiles en italiano. Todo resulta muy emocionante.

Tras varios meses de espera ansiosa, finalmente llega el gran día. Haces las maletas y emprendes tu viaje. Varias horas más tarde, al aterrizar el avión, la azafata anuncia:

–¡Bienvenidos a Holanda!

–¡¿Holanda?! –exclamas–. ¿Cómo es que estamos en Holanda? ¡Pero si yo viajaba a Italia! Esto tiene que ser Italia. ¡Llevo toda mi vida soñando con viajar a Italia!

Pero ha habido un cambio de itinerario. El avión ha aterrizado en Holanda y es allí donde tienes que quedarte.

Lo importante es que no te han llevado a un lugar horrible, desagradable, asqueroso, donde reinen el hambre, las plagas o las enfermedades. Es, tan solo, un lugar distinto.

Así que no te queda más remedio que salir y comprar guías nuevas, aprender un idioma totalmente diferente, y conocer a un grupo nuevo de personas, a las que de otro modo jamás hubieras conocido.

Es, tan solo, un lugar distinto. Tiene un ritmo más lento que Italia, es menos llamativo. Pero cuando llevas cierto tiempo allí, tras recuperarte de la primera impresión, al mirar a tu alrededor… empiezas a darte cuenta de que Holanda tiene molinos de viento… y de que Holanda tiene tulipanes. Holanda incluso tiene cuadros de Rembrandt.

Sin embargo, todos tus conocidos no hacen más que viajar a Italia y alardear a su regreso de lo maravillosa que ha sido su estancia allí. Y, durante el resto de tus días, te dirás: «Sí, allí era donde yo también tenía que haber ido. Eso es lo que yo había planeado».

Y el dolor que esto te causa nunca, nunca, nunca desaparecerá… porque el no realizar un sueño supone una pérdida muy muy importante.

Pero… si te pasas la vida lamentando el hecho de no haber ido a Italia, tal vez nunca llegues a tener la libertad para disfrutar de las cosas tan especiales y tan maravillosas… ¡que tiene Holanda!»

Emily Perl Kingsley, 1987

Vídeo de La Fundación Mehuer sobre las enfermedades raras inspirado en la historia de Emily Perl Kingsley: pincha para ver

Rafael Dolader – vidaescuela.es – @rdolader

El todoterreno del desierto

El todoterreno del desierto

En la parroquia tenemos un belén enorme, muy trabajado en los detalles, que hace la delicia de niños y mayores. Al acabar la misa se acercan a disfrutarlo sin prisa; unos de pie en un banco que hace de tarima y barrera de protección; otros en brazos de mamá o papá. Las caras de admiración siguen la señal que marca el brazo con el dedo índice extendido: el humo que sale de la hoguera donde se calientan los pastores, el hilillo de agua que mueve la rueda del molino, las manos de la lavandera arrodillada junto al río que frotan los pañales, el pastor que esquila una oveja en el aprisco.

La iluminación se oscurece lentamente y se hace la noche, brillan la luna y las estrellas sobre el firmamento limpio y frío. Ahora se oye el canto del gallo y la luz vuelve a pasitos hasta que de el día luce de nuevo y todo se pone en movimiento.

Desde la noche del 24, un foco chiquitín alumbra con fuerza al niño en la cuna y lo convierte en figura destacada: allí convergen las miradas de la joven María y el apuesto San José; el buey y la mula le envuelven en un microclima con su aliento.

La chiquillería repasa todas las escenas una y otra vez, como si siempre fuera la primera, y sus padres responden a las mismas preguntas como si nunca hubieran sido hechas.

Hoy me he acercado con ellos, mezclado en el grupo como uno más de cualquiera de las familias; en silencio miraba donde ellos señalaban, mis ojos alternaban entre el belén y sus caras y, sin quererlo, me he hecho como ellos.

El pastor, la lavandera, el pescador, el vendedor, las ocas, la cabra, la señora en la ventana, todo sigue igual, cada uno en su sitio como el primer día. Pero ¡ay, mira allí al fondo! Y todos se inquietan, se arremolinan, estiran el cuello, alzan la mirada, buscan la novedad ¿qué pasa? En las montañas del fondo, por el camino que atraviesa el desierto hacia la ciudad y pasa por delante del palacio, han aparecido unas figuras ¿los Reyes? ¡qué vienen los Reyes! Para calmar los nervios que han alterado el grupo, uno de los padres les cuenta la historia del todoterreno del desierto, que leyó en el libro “El Belén que puso Dios” de Enrique Monasterio:

“Según aseguran en el Cielo, el primer camello (el todoterreno de los desiertos, que habría de ser cabalgadura de los Reyes Magos) fue diseñado por un comité de ángeles; y salió tan feo, con su mirada miope, sus jorobas grotescas y sus zancos enormes y descoordinados, que a nadie se le pasó por la mente que Yavé aprobaría aquel extraño proyecto. Sin embargo, a Dios le gustó su aire desgarbado, sus depósitos de combustible a la vista y la suspensión independiente en las cuatro patas. Y creó el camello de dos jorobas, y el modelo deportivo con una sola, al que llamamos dromedario”

Se ha hecho tarde, me voy; aún estoy a tiempo de enviar una rectificación a la carta que escribí a los Reyes y decirles que también quiero un todoterreno de dos jorobas, para poder llegar a todas las personas que lo pasan mal por las dificultades de la vida y, como ellos, llevarles un poco de consuelo, una chispa de alegría y algo de felicidad.

Rafael Dolader – vidaescuela.es – @rdolader

Tú,chaval, eres Navidad

Tú,chaval, eres Navidad

Cuando se acerca la Navidad, los buenos deseos impregnan el ambiente; en las despedidas es frecuente que hablemos de paz, felicidad, alegría. Pero luego, pasar del dicho al hecho ya nos cuesta un poco más; nos gustaría acertar con la tecla adecuada para convertir los deseos en realidades. Por eso nos alegra encontrarnos con una persona que encarna alguno de los buenos propósitos que tenemos; nos ayuda mucho más el comportamiento de quien está a nuestro lado que las buenas recomendaciones. La sabiduría popular lo recoge en aquella expresión de que el mejor predicador es fray ejemplo.

Al día siguiente de Navidad me invitaron a comer como uno más de la familia; así me sentía cada vez que entraba en aquella casa. El menor de los hijos había pasado mala noche, se sentó a la mesa arropado por las abuelas a izquierda y derecha. En los extremos presidían el padre y la madre, ella cerca de la cocina. Dos hermanos con sus esposas y una hija completaban el grupo.

Algo le había sentado mal de la comida del día anterior, por la noche se tuvo que levantar con urgencia y el estómago revuelto le dio la lata, durmió mal y poco. La mañana la pasó sin desayunar y repasando apuntes para los exámenes a la vuelta de vacaciones, de un tercer curso de ingeniería industrial algo espeso. Quiso estar con todos en la mesa, colaborar en poner y quitar, hablar y escuchar, hacer caso a los mensajes del estómago: hoy no toca.

Alto, moreno, pelo corto azabache, ojos negros, su cara se ilumina cuando sonríe y enseña los dientes blancos. Los consejos le llegan a oleadas cada vez que aparece un plato nuevo: «¿Quieres probarlo? Un poco te irá bien». «Déjalo, que no fuerce, es mejor que no tome nada». «Pues podrías hacerle una manzanilla, eso sienta bien». «Ésta crema caliente, le puede ayudar».

Y cada ola se deshace en espuma al contacto de su sonrisa, regresa al mar y se distrae en otro tema de conversación. Vuelve la calma hecha de sucesos recientes, noticias de actualidad; intervienen las abuelas con su entonces, un entonces de mucho curriculum que sobrepasa la memoria de la media de los presentes. Aparece el segundo plato, de nuevo se adivina otro envite, el movimiento del mar es tozudo, insiste: «¿Cómo vas, te notas mejor? Podrías comer un poco». «Una Coca-Cola dicen que va muy bien, desengrasa». «No, no, mejor agua con limón ¿te la preparo?». «Mira, tú haz caso a lo que diga el cuerpo, si pide bien, y si no pues nada”.

La sonrisa en él es gesto natural, acoge una a una las olas que llegan con un consejo en la cresta, lo recoge, deposita en el cesto de muchasgracias y la devuelve hecha suavidad a sumergirse de nuevo en el mar de la conversación.

Así hemos visto llegar una oleada, y otra y otra. Ha sido el primero en marchar, sale de viaje; con la bolsa a los pies se despide uno a uno y vuelve a recoger con atención el último consejo, de las abuelas varios. Su ausencia es de nuevo tema de conversación, ha salido airoso de la marejada de consejos y aún así todos están contentos con él, a nadie ha dejado ofendido ni molesto.

Son días en los que deseamos paz a familiares y amigos, cuando escribimos con motivo de la Navidad. He comprobado que a tu lado hay paz, porque la llevas en ti. He descubierto que tú, chaval, eres Navidad.

Rafael Dolader – vidaescuela.es – @rdolader